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Jan 26 |
Revolutionary road: Y Mendes obró el milagroEs imposible hablar de Revolutionary road sin nombrar Titanic. No es un cliché exclusivo de los críticos y analistas cinematográficos, es que la película se ha construido, publicitariamente, con el fin de que la gente se pare delante del cine y diga “Espera, tú. ¿Esos dos no son los de Titanic? ¿Y vuelven a salir juntos? Entonces esta película debe ser tan buena como aquella”. Vamos, que al cartel le falta un “Años después de que su barco se hundiera… Revolutionary road”. Hay quien ha querido buscarle similitudes hasta en la sopa –con razón, porque las tiene, y a miles-, pero, simplemente, el filme que hoy tratamos, aunque cuenta con grandes dosis de carisma, no logra irradiarlo al mismo volumen que la película de Cameron (que sí, que no era para tanto, fallaba en el guión y lo que queráis, pero destilaba magia). Por hacer un símil con otra película que nos vendieron como “De la pareja que os deslumbró en…”, Revolutionary road es a Titanic lo que Novia a la fuga a Pretty woman. Salvando las distancias, vaya. Aun espero que alguien me diga una escena de Novia a la fuga, de la misma manera que dentro de dos años llegaría a dar grandes sumas de dinero si alguien recordara una sola escena de Revolutionary road. Ojo, no miréis esta crítica como algo necesariamente negativo: El filme de Sam Mendes es bueno, pero huele a hamburguesa y patatas deluxe a veinte calles de distancia. Me explico. Revolutionary road es algo que hemos visto muchas veces ya, y no solo en el cine: La televisión, el teatro, las novelas y los cómics han explorado ya todo lo explorable en torno a las crisis de pareja. Por si no tuviéramos suficiente con las de la vida real, vaya. Y, para qué negarlo, esta película no nos ofrece nada nuevo: Las situaciones son conocidas por todos, los actores pegan los gritos que se supone que tiene que pegar toda pareja a punto de destruirse y el guión parece sacado de la Unidad Creadora 436 en vez de la mano del cuasi desconocido Justin Haythe (escritor de La sombra de un secuestro). Aun con todo, si nos sentamos a ver el filme sin demasiado espíritu crítico, las dos horas se pasan en nada, y es gracias a la portentosa dirección de Mendes (que, tras la terrible Jarhead, vuelve al camino que marcó en las portentosas American beauty y Camino a la perdición, a la que se sumará, probablemente, Predicador en 2011) y a la actuación de una pareja desigual: Leonardo Di Caprio y Kate Winslet. Pero antes de desguazar sus interpretaciones, hablemos un momento del argumento. Que la película sea un dramón no implica que DiCaprio no pueda enseñarnos que va al gimnasio por las mañanas. Seguramente, tras leer el siguiente párrafo, la cara de todos vosotros será de un “Ya, ¿y qué? ¿En qué se diferencia de cualquier telefilme de Antena 3?”. Luego ahondo en ello. De momento, hay que contar que los Wheeler son una pareja en crisis con dos niños. Discuten continuamente, él trabaja en algo que odia y ella no logra encontrar una salida a su espíritu libre. Estamos a mediados de los años 50 y los divorcios no estaban, digamos, bien vistos. Un buen día, después de que él haya practicado adulterio, ella le revela la idea para salvar su matrimonio… y sus grises vidas: Marcharse a París y empezar de cero. Lo que en un principio parece una locura pronto se convierte en realidad y empiezan los preparativos, las clases de francés y las despedidas. Pero, claro, esto no sería un drama si el viaje no se torciera. Una crisis aun más gorda que la anterior llevará al matrimonio a unas discusiones en las que les falta aullar, con las venas marcadas en el cuello, “¡Miembros de la Academia de Hollywood! ¡Mirad como grito! ¿Merezco un Oscar o qué?”. No les culpo. Y es que Leonardo DiCaprio se revela, una vez más, como uno de los mejores actores del Hollywood actual (quien siga juzgándole por El hombre de la máscara de hierro o La playa es, simplemente, un ciego de mente cerrada, por no decir cosas peores), con una versatilidad inusitada. Tan pronto es un agente infiltrado en, precisamente, Infiltrados, como Howard Hughes en El aviador o un timador profesional en Atrápame si puedes. Y, igual que no tuvimos ninguna queja sobre él en aquellas, aquí sus detractores se quedarán sin argumentos. DiCaprio realiza un papel soberbio, fabuloso, una de las mejores interpretaciones de los últimos tiempos (o, al menos, nominable. ¡Eh, Academia! ¿En qué demonios estabais pensando?). Este chico va a ser una leyenda de Hollywood, y si no, al tiempo. Imprescindible ver la gran secuencia de pelea en versión original. Escalofriante. Por su parte, Kate Winslet sigue haciendo de Kate Winslet, que es el papel que mejor se le da. Esto es: Confunde la actuación con el histerismo y el pucherismo, y, por llorar, una actuación no es mejor. Que quede claro de una vez por todas. Con todo, Winslet se muestra aquí más desatada y loca que nunca, realizando un papel a ratos estupendo (la huida al bosque) y a ratos corrosivamente fatal (atentos a la conversación del inicio). El plantel de secundarios, comenzando por una Kathy Bates que cumple sin más y terminando por un Michael Shannon interpretando al mejor personaje de la película (un loco, paradojicamente el menos loco de todos los personajes del filme), es más que correcto y un acierto generalizado. Muy atentos a esta cara, amigos: Es el futuro. Y si no, al tiempo. ¿En qué se diferencia este filme de rupturas, nuevos comienzos y broncas parejiles de un telefilme cualquiera? La respuesta es sencilla, pero obvia: En el estilo. Mendes tiene carrera suficiente por detrás como para saber qué secuencias alargar, cuáles acortar, qué contar y qué dejar que el espectador averigüe por su cuenta. Así, después de un inicio tibio y de un excesivo alargamiento de la parte feliz (¡Hemos venido a sufrir! ¡A sufrir? ¿Es eso que veo en la cara de Kate Winslet una sonrisa? ¡Argh!), empieza el festival de Sam Mendes, que sabe dónde colocar la cámara y cuánto deben durar los planos para conseguir el efecto que desea. A este respecto, no puedo dejar de recomendar las secuencias del gran enfado y el desayuno posterior. De lo mejor que hemos podido ver en el cine en los últimos meses, y no exagero lo más mínimo. Mendes logra que una película que podría haber caído en el pastelosismo excesivo, la llorera fácil y la dirección robótica se convierta en un filme con alma, con interés y personalidad propia. No, no es una película sobresaliente, pero sí cuenta con una dirección merecedora de la calificación. Revolutionary road es la antagonía perfecta de Titanic, punto por punto. Algunos han dicho que es lo que hubiera pasado si Jack y Rose hubieran sobrevivido y comenzado su vida juntos, pero no lo veo así. Los Wheeler no son una pareja de cuento: Son dos personas que comenzaron su relación casi por equivocación y que aun creen en una milagrosa salvación a pesar de que todos sepamos que la cosa va a acabar mal. Muy mal. Este es un drama que tiene dónde rascar, cuya superficie es un simple velo que apartar para poder ver una feroz radiografía de la sociedad de los años 50 (el matrimonio de Kathy Bates, el loco, los compañeros de trabajo de DiCaprio, la tonta secretaria), un análisis crítico de las relaciones de pareja (algunas palabras del personaje de DiCaprio aterran al saber que todos las hemos pronunciado en una u otra ocasión) y un filme, en definitiva, que ofrece mucho más que el melodrama al uso. Recomendable oferta, sí señor. Estrellitas: *** 1/2 ¡Mañana, empezamos a analizar las nominaciones a los Oscar! |