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Di que no: ¡Estrenos de la semana!


¿Qué tienen en común un tipo que siempre dice que sí, una madre que ha perdido a su hijo y un ratón con las orejas enormes? Sí, vale, que una peli sobre una madre que ha perdido a su hijo y le confunde con un ratón con las orejas enormes sólo podría ser aprobada por un tipo que siempre dice que sí, ¡pero también que forman parte de los estrenos de esta semana! ¡Los habrán leído en más sitios, pero ninguno ha tenido tantos problemas para escribir últimamente como el menda!

DI QUE SI

Cuando le propusieron practicar la sodomía zoofílica, El hombre que siempre decía sí tuvo que huir a su lugar feliz.

Jim Carrey cae bien al 95 por cien de la gente. Luego hay un cinco que nunca le perdonará Un loco a domicilio y el histrionismo de sus primeras películas (que sí, que serían moralistas, que eran sólo para el lucimiento de Carrey, que eran comedietas tontas, pero me cortaría un brazo ahora mismo por reírme tanto como me reí viendo Mentiroso compulsivo por primera vez), pero la minoría nunca marca la pauta. Y menos desde que Carrey se ha intentado reconvertir en actor serio e incluso ha sonado para el Oscar (imperdonable esas no-nominaciones por El show de Truman, Man on the moon y Eternal sunshine of the spotless mind). Por si fuera poco, el actor intenta hacer sonreír tanto a los que creen en su futuro como actor como a los que disfrutaron de él en comedietas idiotas. Así, va intercalando El número 23 con Dick y Jane, ladrones de risa, The majestic con Como Dios o Man on the moon con Yo, yo mismo e Irene. A esto se le llama un actor polifacético, coño. Puede que no sea el mejor del siglo XXI, pero pocos caen igual de bien.

Ahora estrena una nueva película del género “comedieta en la que pone muchas caras pero es tan buenrrollista que le perdonamos todo”, Di que sí. Lo sabrán por sus múltiples trailers televisivos (hace tiempo que no veía una campaña de promoción tan grande en España por una película. ¡Si hasta Carrey ha venido a Madrid a darse un paseo y asistir a los premios 40 principales!) y porque la gente sale de la sala con una sonrisa de oreja a oreja. Dicen los que ya la han visto que, de tan puramente sin pretensiones, resulta simpatiquísima y apta para todo tipo de personas de cualquier tipo de edad. Y qué quieren que les diga, hace tiempo que no salgo del cine con una sonrisa de oreja a oreja después de haber echado las cinco carcajadas de rigor y haberme enternecido –un poco, solo un poco- con el final del filme. Lo mismo hasta merece la pena, por mucho que el filme trate, simple y llanamente, sobre un tipo que decide decir que sí a todo. Por supuesto, no faltará la típica persona que se queje porque Carrey no haya vuelto a hacer un Show de Truman o un Man on the moon. Calladle la boca con argumentos. No hay nada peor que un purista cerrado de mente.

EL INTERCAMBIO

¿Le importará a Brad si me llevo otro crío para casa? Total, es por hacer bulto…

Creo que no me dejé nada que decir en mi crítica del miércoles. Un Eastwood en perfecto estado de forma al que le flaquea el repetitivo guión de Straczinsky y unos actores que parecen gritar “¡Oscar! ¡Globo de oro! ¡Un Goya por lo menos!” en cada frase. No se dejen engañar por los trailers ni por los críticos sesudos que dicen que Vicky Cristina Barcelona es excelsa: El intercambio es un trabajo menor de Clint, tan olvidable como decepcionante. Pero bueno, por lo menos no aburre del todo en ningún momento.

EL VALIENTE DESPEREAUX

¡Venga, todos a la vez!: ¡¡AWWWWWW!!

Otra que ya hemos tenido oportunidad de ver en pase de prensa y que ampliaremos el miércoles. Eso sí, ya avanzamos que es un filme sorprendentemente bien hecho para ser una película de dibujos animados en 3-D y no de Pixar o Dreamworks, y, en cuanto a historia, le pega una buena pasada a tonterías como Shrek 3 o Madagascar 2. El valiente Despereaux cuenta con una historia de corte clásico, detalles muy sorprendentes (¡y divertidos!) en ocasiones, un increíble diseño de escenarios, algunos travellings que harían palidecer de envidia a Dreamworks y el personaje principal más carismático que hemos visto desde… desde… bueno, vale, desde Wall-E. Pero es que es jodidamente imposible superar al robotito.

La historia es muy simple: Cuando la reina de un lejano país que basa su negocio y su fama en la sopa muere por culpa de ver una rata en ésta, el rey decreta que no se podrá tomar más sopa ni tener ratas y que quien lo haga será encarcelado. A partir de ese día, el reino se sume en una profunda desesperanza, el cielo está gris todo el día y nadie hace nada para cambiarlo… Años después, el ratoncito Despereaux es un diferente a los demás, ya que no tiene miedo de nada ni de nadie. Tras leer un libro de literatura caballeresca, Despereaux conoce a la princesa y decide salvar el reino por sí mismo. Una bonita historia que, obviamente, tiene sus pegas, pero a la que cuesta encontrárselos (quizá la voz de Emma Watson, que suena excesivamente forzada, y alguna que otra elección de casting que se perderá con el doblaje). Una gratísima sorpresa con una notable animación. Hala, ya sabéis que ver estas navidades.

OTROS ESTRENOS

COMO EN CASA EN NINGÚN SITIO: Pues nada, el título ya lo dice todo. ¿Para qué ir al cine a ver a Vince Vaughn y Reese Witherspoon haciendo el idiota en cuatro –sí, cuatro- reuniones familiares pudiendo estar en casa con la propia? Ah, vale, sí. Por eso. Ya sabéis: Tontería navideña con pretensiones de no serlo –que estas son las peores- que no hará ni que esbocemos una sonrisilla con actores de primera línea degradándose a sí mismos (¿qué demonios hacen en el reparto Robert Duvall y Jon Voight?). Lo dicho: Como en casa, en ningún sitio.

PROTEGIDOS POR SU ENEMIGO: ¿Se acuerdan que hace poco pusimos a The wicker man en el puesto número 2 de los peores remakes? Pues ahora su director, Neil LaBute, viene a cobrarse su venganza con un filme en el que su protagonista es, agárrense los machos, Samuel L. Jackson, la persona que acepta cada guión que cae en sus manos, trate de lo que trate (“Y aquí haces de un narcotraficante que…”-“¡La haré!”-“Y aquí de un follacabras que…”-“¡La haré!”-“Aquí haces de un coleccionista de arte asiático de raza caucásica”-“¡La haré!”-“Sigh”). Y en este caso no se debió leer mucho el guión, porque da un poco bastante de vergüenza ajena: Una familia que se acaba de mudar se da cuenta de que caen mal a su vecino, el policía del barrio, que empezará a acosarlas. Emoción, intriga, dolor de barriga. Seguir las indicaciones de la película de arriba.

ESTÓMAGO: Película brasileña (sólo por eso, ningún crítico la suspenderá y se convertirá en una “obra de culto”) que narra la historia de un cocinero en la cárcel que debe aprender a defenderse, por lo que las cosas que sabe de gastronomía le serán muy útiles. Parece ser que es más simple de lo deseado y menos interesante de lo que podría haber sido si un director arriesgado estuviera detrás de las cámaras. Y con todo lo que hay que cocinar para el día 24, cualquiera va a ver esta mediocridad, oigan.

WINX: EL SECRETO DEL REINO PERDIDO: El destino de un reino está en manos de una joven chica: Bloom, el hada con el símbolo del dragón. Ella, junto a sus amiguitas del Club Winx, debe entrar en la dimensión oscura y luchar contra el mal absoluto (por dios, ¿quién puso estos nombres?) para resucitar a sus padres y revelar el misterio de sus orígenes. Fíjate tú. No hay huevos de verla, ¿eh? Ya me lo imaginaba yo.

Atentos todos al conejito y al gatito felices pegando saltitos. Oro puro.

¡Y mañana o esta noche comentamos las nominaciones de los Goya, que tienen cojones!


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Crepuscularmente Crepusculado


¿Recuerdan algún tiempo en el que las modas no existieran? Cuando éramos pequeños, el yoyó dejaba paso a la peonza y ésta a la goma (aun me pregunto por qué demonios no fue considerada nunca como un arma de destrucción masiva. ¿Cuántos dientes se han dejado las niñas entre alegres cancioncillas?). Lo de las modas masivas no era lo nuestro, más allá de algún grupo suelto (¡Las Spice girls! ¡Los BSB! ¡Take that! ¡Laura Pausini! ¡Un pingüino en mi ascensor!) y las películas de Disney, que más que moda eran obligación anual. Y, entonces, a mis tiernos diecisiete años, Harry Potter apareció de la nada, saludando con su varita al viento, prometiéndonos siete libros y películas llenas de emociones, besos castos, un final predecible y buenrollista y muchos royalties regalados a Jotacá Rowling. Hace dos años, Potter era lo más de lo más. Pero, cuando la saga se acabó, las fans que comenzaron la saga con diez años o menos, necesitaban un nuevo modelo al que agarrarse. Y es aquí donde entra Crepúsculo. Y es que, ¿quién mejor que una niñata egoísta enamorada de la persona equivocada para que las adolescentas de hoy en día se identifiquen? Así, las tonterías de Bella y Edward, convertidos de la noche a la mañana en unos modernos Romeo y Julieta (sin salvar las distancias ni nada, qué coño), atacaron las librerías de medio mundo. Y, por si algunos habíamos conseguido librarnos de la invasión de los vampiros buenos que besan chicas de instituto, se han preocupado en sacar la película. Con todos ustedes, la última moda de Hollywood. Acaso la más prefabricada, insulsa e idiota de todos los tiempos: Crepúsculo. Buah, tía. Edward es dios.

Edward no usa gomina. El resto del chiste lo dejo a su perversa imaginación.

Bella (sutil abreviatura de Isabella) es la típica chica que ves por la calle y obligas a meter a una sesión de bronceado para que, por lo menos, no parezca un folio en blanco. Apática, sin ningún rasgo destacable en su personalidad y más sosa que unas pipas peladas sin sal, la muchacha se va a vivir con su padre para que su madre pueda viajar y practicar sexo con su nuevo novio. ¿Egoista? Qué va, hombre, qué va. Si le llama cada día y todo. Más maja la madre que las pesetas, coño. Total, que llega al pueblo de Forks (me encantaría vivir en un pueblo llamado Tenedores, qué queréis que os diga), donde su padre, un sheriff bonachón pero sin carisma alguno, le espera.

Bella va al instituto y conoce a un montón de gente simpática, llena de vida, chachi piruli y recién sacada de Sensación de vivir. Pero ella, que es tan simpática como una bolsa del Pryca, mira hacia abajo continuamente y decide distanciarse de su grupo de amigos. Para colmo, en clase de Mirar Por El Microscopio (¿biología? ¿geología? ¿le importa realmente a alguien?) le toca sentarse al lado de Edward Cullen, que sabemos que está bueno porque lo dicen en la película y porque las adolescentes del cine chillan al verle. De lo contrario, pensaríamos que estamos ante un tipo normal y corriente con más maquillaje de lo admisible en un ser humano. Edward le ignora durante una hora y se marcha corriendo.

Por qué los fans no deberían hacer posters con el Paint años antes de que salga la película, parte 1

Bella, en vez de ignorarle y hablar con sus nuevos amigos sobre el tema, decide informarse todo lo que puede sobre él y aislarse de la sociedad hasta que descubra por qué le cae mal. O sea, en vez de intentar caer bien a la gente, se preocupa por un perfecto desconocido al que cae mal. Ocurren miles de cosas absurdas e inadmisibles en cualquier relato medianamente bien contado (Edward salva a Bella de un atropello a pesar de que un segundo antes estaba a medio kilómetro de ella, un indio advierte a Bella de que los Cullen son seres a los que no debe dar el sol -¡uhhh, miedo!-, Edward vuelve a salvar a Bella –esta vez de una violación. Si es que no se le puede dejar sóla, coño- y, en fin, miles de cosas que todos nos pasamos por el pito del sereno) y Bella le dice a Edward que sabe su secreto. ¿Os lo imaginaís? ¡Oh, dios mío!

¡Es un vampiro! –Sorpresa general de la sala, que ha aguantado cuarenta y cinco minutos de peñazo para llegar a saber algo que venía en todos los posters-. Tras un diálogo que parece improvisado entre los actores (“¿Me tienes miedo?”-“No”-“Pues deberías”-“Pero no te lo tengo”-“Pero te puedo matar”-“Vale”-“¿Ahora me tienes miedo?”-“Que no, coño”), llegamos a la conclusión de que el vampiro quiere zamparse a Bella porque huele bien y esto, por lo visto, a ella le pone a mil. Le gustan malotes (y, por consiguiente, a todas las fans. Apuntad, chicos, nuevas maneras de ligar un sábado por la noche: Confesar vuestro vampirismo y las ganas de dejar a vuestros objetivos sin sangre en el cuerpo. ¡Debe funcionar sin motivo aparente!).

Y a partir de aquí, el despiporre. Edward y Bella salen juntos, pero sí, pero no, pero no, pero sí, ella conoce a su familia, formada por vampiros buenos (sólo comen animales. Son bueeeenos. Bram Stoker se está revolviendo en su tumba) y, en mitad de un partido de beisbol vampírico (curiosamente la mejor parte del filme) aparecen los vampiros malos (comen personas. Maaalo. Comer animales es bueeeno, comer personas maaaalo. ¿Habéis aprendido la lección de hoy?) y se dedican a perseguir a Bella porque sí, porque hace falta rellenar media hora más de peli y no se les ocurría mejor manera.

Por qué los fans no deberían hacer posters con el Paint años antes de que salga la película, parte 2

Bella huye de su casa (intentando no hacer daño a su padre, por lo que le dice que es un viejo asqueroso que vive en la rutina y que espera que se muera dentro de poco. Si quisiera haberle hecho daño le habría ametrallado la cabeza, supongo) y traza un plan absurdo con los Cullen que no vale de nada. El maloso le encuentra y tiene lugar una pelea en la sala de espejos donde Bella hacía ballet de pequeña (y donde, además, el malo retiene a la madre de Bella. Sí, la que follaba con su novio al principio de la peli). Muerde a Bella pero justo llegan los Cullen de dios sabe dónde y queman al vampiro malo (porque, no os lo perdais, es la manera de matar a los vampiros según Crepúsculo. Ni ajo, ni crucifijos, ni nada. A la hoguera con ellos). Edward chupa el veneno de Bella y ella le confiesa que quiere ser vampiro. Ya sabéis, lo típico: Te conozco desde hace dos días, he insultado a mi familia por ti, he estado en peligro de muerte, sólo nos hemos dado un beso porque si nos damos vas es posible que me muerdas, así que conviérteme en vampiro porque es una decisión que, sin duda, he meditado profundamente.

Y ya está. Esto es Crepúsculo: Una obra tan vacía por dentro como por fuera. Hay una frase que define a la perfección lo que pienso de la película: Edward entra con Bella a su casa y suelta un “¿Qué esperabas? ¿Ataúdes y cortinas rojas?”. Ambos ríen, ja ja, qué cosas tienes, Edward. Pues sí, coño, es lo que esperaba. Vale que en Buffy cazavampiros –el gran referente de Crepúsculo, por lo visto- los vampiros no eran vampiros al uso, pero por lo menos se les mataba con una estaca, no podían salir a la luz del sol y mordían personas. Aquí lo único que tienen de vampiros es la inmortalidad. Y punto. Por lo demás son unos viva la virgen como los que más. Vuelan malamente (como si estuvieran cogidos por cables. ¿Curioso, verdad? ¿Por qué será?), salen a la luz del día sin ningún problema (pero no cuando hay sol, porque, atención, ¡¡su piel brilla un poco más de lo normal creando un horroroso efecto especial!! ¡¡Oooooh!!) y, por lo visto, sólo mueren cuando alguien quema todas las partes de su cuerpo (¿Qué ocurre si se dejan una sin quemar? ¿Se regenera a lo Majin Boo? ¿Anda por sí sola?). Vamos, lo que unos llaman “reinventación del mito vampírico” y la mayoría llamamos “pasarse por el orto cientos de años de literatura y películas de vampiros”. Pero por las buenas además. Ale hop.

Por qué los fans no deberían hacer posters con el Paint años antes de que salga la película, parte 3

Catherine Hardwicke, la directora, no sabe qué demonios hacer con la cámara. Esto es algo que en Thirteen funcionaba (¡movámosla mucho! ¡Démosle a todo un aire underground!), pero que en Crepúsculo da más risa que otra cosa. Atención especial a la escena del laboratorio, consistente en: Primer plano de Bella hablando-Primer plano de Edward hablando-Primer primerísimo plano de los ojos de Edward sin motivo aparente-Primer plano de Bella sorprendida. Hay que verlo para entenderlo. Ese plano de los ojos causó carcajada general en la platea (al menos en mi cabeza. No me quiten la ilusión, jodíos), al igual que los vuelos de los vampiros (¡Siempre en linea recta absoluta! ¿Para qué modificar una pizca la trayectoria de vuelo?), los efectos especiales (a destacar el brillo vampírico: Juro que he visto mejores efectos especiales en las películas de Asylum) y, por supuesto, las actuaciones.

Robert Pattinson, el Edward cinematográfico, tiene pinta de ser no ya flor de un día, sino capullo de una noche (¡oh, el humor, el humor! ¡Pases a las nueve y a las once, gracias!). Su actuación tiene tantos huecos mejorables como el guión –y ya es decir-, entre expresiones empanadas, sonrisas de medio lado (“Hey, soy un vampiro cool. Que guay que soy”) y tristeza fingida (“Oh, Bella es mi superamor, pero no es vampiresa. Oh, qué desgracia. Oh”). Toda una joya. Por su parte, Kristen Stewart (vista antes brevemente en Jumper y como protagonista en The messengers) hace de Bella un personaje anticarismático, que pide a gritos ser asesinado cuanto antes. Eso sí, consigue el gesto de asco perfecto y la cara de decir “Paso de vosotros, nuevos amigos, por este perfecto desconocido del que me he enamorado sin ningún motivo”. Eso son años en el Actor’s Studio, que lo sé yo.

Qué más decir, oigan. Al terminar la película, la chica de delante se levantó y dijo un sonoro “No está mal, pero el libro está mejor”. Gracias, Mujer Tópico. No moveré un dedo por comprobarlo, la verdad. Lo dicho, en 2010 les veo a todos en Luna nueva. Uauh, apasionantes aventuras nos esperan. ¿Les he dicho ya que hay un hombre lobo que le tira los tejos a Bella? ¡La cosa está emocionante a más no poder!

Estrellitas: * y ½
Lo mejor: El partido de béisbol vampírico.
Lo peor: Lo que hay antes y después. Y los efectos especiales especialmente.
Recomendada para: Fans acérrimos de Edward y Bella. Y ya. No fans, abstenerse.

Por qué los fans no deberían hacer posters con el Paint años antes de que salga la película, parte 4 y última

Mañana, algo que los fans de El blog de Randy pedían a gritos: El final de High school musical: Poesía en movimiento. Stay tuned.


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007: Quantum of solace (iba a hacer el chiste, pero para qué)


Cada vez que sale una película de James Bond, las revistas sacan su fabuloso (es un decir) catálogo de frases prefijadas y topiquísimas y comienzan con la perorata de siempre: “[Quien sea Bond] es, sin duda, el mejor Bond de la historia con permiso de Sean Connery” (hay que meter por el medio SIEMPRE a Sean Connery, aunque no venga a cuento, para demostrar que hemos visto películas suyas), “La nueva película no traiciona a James Bond pero a la vez innova” y, sobre todo, mi favorita: “Esta es, posiblemente, la mejor entrega de 007”. Tengo la teoría de que la gente normal –así que no digamos los críticos de cine- se olvida tan pronto de las películas del agente que la actual siempre es la mejor. Uy, qué novedoso, una persecución en la que gana Bond. Uy, qué inesperado, Bond pegando un tiro al maloso ruso checo-croata de turno. Jo, este es el mejor Bond de la historia. El problema llega cuando una película de la saga innova realmente y deja en pañales a las demás con una clase y un estilo visual inéditos hasta ese momento. Casino Royale fue esa película, y dejó unas expectativas altas (demasiado altas) para su secuela. Y así le ha ido. Quantum of solace es, probablemente, uno de los Bonds más aburridos desde que Pierce Brosnan se puso el traje, pero no nos llamemos a engaño; tiene los elementos básicos que tiene que tener una película de 007: Chicas, glamour y explosiones aparatosas que podrían haberse evitado. ¿Que cómo es posible entonces que diga que es una película aburrida? Bueno, sigan leyendo. Sigan, sigan.

El gran problema de Quantum of solace es que no sabemos si estamos viendo ésta o The Bourne democracy, o como se vaya a llamar lo nuevo del desmemoriado. Me explico: Los movimientos de cámara están sacados de la saga Bourne, las escenas entre medias parecen más una escena de dicha saga con un skin de James Bond para aparentar, las secuencias de acción usan ideas que casi rozan el plagio… Y, pese a todo, me gustan las novedades Bournianas. James Bond ha dejado de ser un tipo de hierro forjado, un superhéroe sólo comparable con Superman y Jack Bauer. Este 007, como el de su predecesora, recibe en el carnet de identidad, el pasaporte y hasta el Tuenti. Y la sala en general disfruta viéndole apalizado por sus enemigos y a punto de morir. Más que nada porque sabemos perfectamente que Bond jamás morirá (o, al menos, no hasta que hayan agotado todas las nacionalidades extranjeras para los malos y se vean obligados a repetir) y al final se levantará, cogerá la metralleta que, oh casualidad, estaba ahí al lado, y acribillará a su enemigo como es debido. Así que por nosotros que no quede, oigan. Que le zurren, que le dejen el ojo morado. Ese es el 007 que todos queremos.

James Bond es humano, a la porra mi sistema de creencias

…O que todos queremos en parte, vaya. Y es que no sirve de nada darle realismo al personaje si luego le ofreces un equipamiento que ni en Minority report. O sea, vale que Bond tenga bolis-micrófono, chicles explosivos y demás artilugios. Pero por dios. Lo que esta vez le ofrecen es de juzgado de guardia: Un Nokia con una cámara que, aun fotografiando a medio kilómetro, es capaz no sólo de sacar una foto nítida, sino de analizar los rasgos faciales del tipo al que has sacado la foto (¡aunque esté cubierto!), decirte quién es, qué ha hecho hasta ahora, sus maldades, su talla de zapato y dónde le gusta ir de juerga. Vamos, que no te sirve el té y te hace un masaje en los pies porque lo reservan para la próxima peli. Por no hablar de las pantallas táctiles gigantes con cientos de datos perfectamente usadas (ni un error tiene el chico) por un marine que tiene pinta de saber de informática lo que yo de armarios empotrados. Que elijan de una vez: O un Bond clásico o un Bond salido del mundo de Beakman, pero una mezcla entre los dos no, por favor. Queda demasiado raro.

Sobre la trama, la verdad, tampoco sé muy bien qué decir, más que nada porque siempre ha sido lo de menos en la saga y porque, como tal, tiene más agujeros que un queso gruyere, mera explicación innecesaria para pasar de un corre que te pillo por los tejados de un país oriental a un montón de explosiones en un hotel en medio del desierto. Además, Bond tiene sed de venganza por descubrir quién mató a su amada (¡Si no has visto Casino Royale, ya te sabes el giro final! ¡Gracias, Cine Online!) y, por ello, se supone que es más sanguinario que de costumbre. Tonterías. Se carga a los mismos que se cargaba antes, pero con el plus de que ahora, sin motivo aparente, la saga se ha vuelto políticamente correcta.

Mezclado, no agitado, bla, bla, bla.

O sea, Bond siempre ha tenido licencia para matar. De ahí su 00. Si tuviera licencia para hacer pequeñas heridas sin importancia o para poner multas de tráfico, pues sería 017, o 034 o lo que fuera. Pero no. Tiene licencia para asesinar a sangre fría a quien le de la real gana. La cosa es que no ha debido de sentar muy bien en Hollywood y Bond es reprendido por M por cada asesinato que comete. ¿Resulta que ahora, después de 46 años, Bond no debe matar así porque sí? Venga ya. Es como pedirle a un escorpión que no pique o a Jaimito Borromeo que haga gracia. Simplemente imposible. Por si fuera poco el superarmamento hiperfuturista, encima James tiene que pelear ahora con la corrección política. Tócate las pelotas, Pedrín. Para ver a un héroe atando al malo hasta que llegue la policía en vez de matarle, me compro Spiderman y tan contentos.

Daniel Craig no lo hace nada mal, aunque no llega a ser el Bond perfecto (sigo pensando que, con buenas historias, y no con los cagarros que le dieron –Goldeneye aparte-, Pierce Brosnan podría haberlo sido sin ningún problema). Sobre el resto de actores y actrices, Judi Dench aparte (tan colosal como siempre, a pesar de que M esté por estar en la trama y no haga absolutamente nada de interés), lo mejor que se puede decir es que pasan desapercibidos. Tanto las dos chicas Bond (atentos todos al beso forzado que Bond y ella se dan al final de la cinta para que cuente en los registros como chica Bond y no como “ayudante de Bond”) como el malo producen más pena que otra cosa.

Por lo demás, la película se balance constantemente entre los momentos geniales (la secuencia de la ópera, impresionante y con un estilo propio de aplaudir) y los bochornosos (Judi Dench en pijama a punto de irse a la cama, la novia del amigo de Bond… la manía de enseñarnos la intimidad de los personajes secundarios que a nadie importan terminará haciendo que en el próximo Bond veamos a Moneypenny en el cuarto de baño trajinándose a 005. Fijo. Tiempo al tiempo), sin llegar en ningún momento a decantarse por uno de los dos bandos.

En resumen: Un 007 ajado, a años luz de sus mejores obras, que ha pasado de progresar adecuadamente (¡y con matrícula de honor!) a necesitar mejorar urgentemente. O, por lo menos, a tener que dejar de plagiar al pobre Jason Bourne.  ¿Desde cuando James Bond se ha convertido en un clon de otro personaje? Qué decepción, James. Qué decepción.

Estrellitas: **
Lo mejor
: La secuencia de la ópera, digna de revisionar varias veces.
Lo peor: Ay, me gustaba más cuando esta saga la protagonizaba Matt Damon.


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De pingüinos y vikingos: ¡Estrenos de la semana!


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¿Qué tienen en común un león parlanchín, una saga venida a menos y unos vikingos? Sí, vale, que mezclar vikingos y leones parlanchines sólo puede ser obra de una saga venida a menos, ¡¡pero también que forman parte de los estrenos de esta semana!! ¡Los habrán visto en más sitios, pero ninguno se ha pasado King kong DS!

MADAGASCAR 2

Aun ahora, cuando alguien me dice que se rió hasta la muerte con X escena de Madagascar, me quedo mirándole con cara de cenutrio. Más que nada porque sé que vi esa primera parte porque tengo la entrada y porque recuerdo unos pingüinos bailando. El resto ha desaparecido de mi memoria como las lágrimas en la lluvia, y con razón. Este año, tras un bagaje excelente en cuanto a producciones animadas (sólo Wall E ya se come con patatas al resto de películas, animadas o no, de 2008), llega a nuestras pantallas la necesaria, vital y –uy, sí- muy sorprendente Madagascar 2, una de esas películas en cuyo trailer nos cuentan todos los chistes (ja, ja, es un hipopótamo cantando “Le gusta marcha, marcha”. Que alguien me pegue un tiro, por favor) y que tiene tanto interés como tirar una pelota a una pared durante horas. O sea, algo que vas a olvidar medio minuto después de ver.

Por si todavía hay alguien que quiere saber cómo continúan las aventuras de Alex, Marty, Merman y Gloria (lo he leído en la Wikipedia, no crean que lo recuerdo), les diré que se marchan en un aeroplano (¿esto no pasaba ya en la primera parte?) estropeado y caen en la selva de Africa, donde se lo pasan en grande con sus nuevos amigos, aunque siguen echando de menos su zoo original en Central Park. Toda una excusa para realizar Madagascar 3. Ya no es sólo que el título Madagascar no tenga ningún sentido si se desarrolla en Africa, ni que los personajes tengan el carisma de una ameba, ni que sepamos perfectamente que es una película-hamburguesa (ya saben: Se disfruta mientras se come, pero no te preguntes qué es lo que acabas de comer ni a que sabía, porque no te acordarás): Es que Madagascar 2 tiene toda la pinta de ser una tomadura de pelo para fans de la primera parte, incluyendo repetición de chistes (lo que ellos llamarán “guiños”), los mismos modelados que no pegan nada con la historia y un par de chistes de pedos para que los niños se rían con el buen humor británico. Les espero el año que viene en la tercera parte.

Qué risa, son animales y hablan

OUTLANDER

Los productores de El señor de los anillos (que tampoco es decir mucho, vaya. Ni que no hayan producido mierdacas del tamaño de Connecticut) nos traen ahora Outlander, una atractiva especie de mezcla entre Depredador, Braveheart y Beowulf (sí, alguna mala tenía que haber en el tándem) que trata, básicamente, de la historia de un extraterrestre gigante que lucha contra los vikingos. Pero mejor contado, claro, en una historia que trata la vida de varias generaciones vikingas, con traiciones, venganzas y, en fin, aliens contra vikingos. Dirigida por el guionista de Underworld 3 y Conan (¡Paren las máquinas! ¡Este tipo es el nuevo Spielberg!) y protagonizada por el actor de nombre impronunciable al que todos conocemos como Jesucristo (el de La pasión de Cristo, claro), por Hellboy y por John Hurt, Outlander nos ofrece filigranas visuales mezcladas con una historia que, aunque no lo parezca, se sostiene bastante bien sobre sí misma. Vamos, que si hubiera que recomendar una película esta semana no me lo pensaría dos veces (entre pingüinos y parodias malas, tampoco es que la cosa esté demasiado reñida): Outlander es lo mejor que se puede ver este fin de semana en cines (de entre las pelis grandes, claro)… a no ser que recuperéis a 007 de la semana pasada.

SUPERHERO MOVIE

No hace ni un mes que Disaster movie hizo pensar a miles de personas “¿Por qué me sigo gastando el dinero en películas acabadas en “movie”?”. La dolorosa respuesta llega ahora, con el nombre de Superhero movie. Una nueva prueba de fuego para todas las personas con el pulso de hierro que consiguieron sobrevivir a mortales bodrios como Epic movie, Date movie, Scary movie 4 o Casi 300. Sorprendentemente, quizá los que hayan aguantado el tour de force de las parodias horrorosas de los últimos años, quizá ahora se sientan recompensados. Y es que Superhero movie, por lo que se dice, no es, ni mucho menos, tan mala como las anteriores movies. Es más, incluso tiene una trama decente en la que los gags no están metidos con calzador (y, según dicen los sabios del lugar, algún chiste tiene hasta gracia). Quizá tenga algo que ver con que su director, Craig Mazin, ha realizado este guión en solitario, al contrario que lo que ocurrió en Scary movie 4 y posteriores, cuyo guión era realizado por seis amiguetes a la vez en una amalgama de chistes malos, drogas no autorizadas e intentos por meter cien parodias en una película de noventa minutos, por mucho que terminen por no tener sentido alguno. Por si a alguien le interesa el argumento, sigue a Rick Riker, que tiene superpoderes y no sabe cómo utilizarlos. Tampoco creo que os esperarais a Clint Eastwood por aquí, vaya. Lo dicho. Superhero movie quizá no sea tan horrorosa después de todo. Eh, he dicho quizá. No me miren así, que da miedo.

No creais que el poster de Los vengadores será muy diferente

OTROS ESTRENOS

FORASTEROS: Ventura Pons, uno de mis directores españoles favoritos, estrena nueva película. Por lo que dicen, bastante “menor” comparado con su trabajo en obras como Morir (o no), Amigo/Amado o Caricias, pero película al fin y al cabo. El film, que cuenta con actores catalanes del nivel de Joan Pera (famoso por sus intervenciones en la telenovela El cor de la ciutat) o Manel Barceló (también de El cor de la ciutat y películas como Salvador), cuenta la historia de una familia que, con cuarenta años de diferencia, sufre dos pérdidas irreparables a la vez que unos nuevos vecinos llegan al pueblo donde viven. Sentimientos a flor de piel, preguntas sin respuesta y un guión que callará la boca a los tipejos de “El cine español son sólo tetas y guerra civil” en Forasteros.

LA OLA: Ni idea tenía de este film, oigan, hasta que lo he visto anunciado como una de las películas de la semana. Y aún diría más: Como una de las grandes sorpresas de la semana. Sí, es una película alemana situada en la época nazi. Sí, es un dramón. Sí, a priori suena a algo que hemos visto cien veces antes. Y, sin embargo, es leer el argumento y enamorarse a primera vista. Ron Jones, un profesor de California, se pregunta cómo es posible que el pueblo alemán se calle mientras el pueblo judío es masacrado. Por ello, hace un ejercicio de disciplina con sus alumnos, instaurando un régimen extremo, sin libertades ni nada parecido. Los alumnos, en vez de rebelarse, pronto se entusiasman con el asunto y se espían unos a otros, acosando a aquellos que no querían integrarse en el grupo. Vamos, no me digan que no les suena bien. Esto tendría que ser número 1 de taquilla, y no la sosibobada de los pingüinos habladores.

LA MUJER RUBIA: Thriller que hemos visto cuarenta mil ochocientas treinta veces antes, y veremos otras tantas después. Co-producción argentino-franco-italo-española (¿Qué no presagia nada nuevo? Por supuesto que no), la película trata de una mujer rubia (¡Bravo! ¡Qué descriptivo es el título!) que atropella a algo o alguien pero sigue adelante ignorándolo. En los días siguientes, se descubre el cadáver de un adolescente donde ella pasó con el coche, y las dudas la atormentan. Wow. Póngame veinte McArgumentos de estos con un par de Patatas grandes. Y, encima, lo estoy viendo, estará mal contado. Hala, mujer rubia, prepárate a ser ignorada en taquilla. Y con razón.

La semana que viene, el revienta-taquillas Crepúsculo y la cinta de dibujos animados masacrada por Disney Bolt, además de futuras obras maestras como Superfumados o Olentzero y la hora de los regalos. Uauh, no puedo esperar.

¡Felicidades! Si no ha chillado usted como una loca, no es una adolescente de quince años