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Obras maestras: Antes del amanecer


Todos hemos pensado en hacerlo en algún momento de nuestra vida. Ir en un tren, hablar con alguien y, en vez de bajarnos sólos en nuestra parada, invitar a la otra persona a bajarse con nosotros y vivir una noche perfecta. Sin importar quienes somos, qué hacemos en nuestro día a día y ni siquiera nuestros propios nombres, paseando por una ciudad extranjera y viendo la vida pasar. Nosotros nunca lo haremos, pero Jesse y Celine sí que lo hicieron. Y, ya de paso, se hicieron un enorme hueco en nuestros corazones y decidieron quedarse ahí para siempre como una de las más grandes historias de amor jamás contadas. Es imposible ver Antes del amanecer y no acabar absolutamente enamorado de Jesse y Celine, de Viena, de la noche, del amor. Es imposible verla y no creer en que hay alguien ahí fuera justo para ti. Es imposible verla y no creer, aunque sólo sea una vez en la vida, en que los milagros existen y todo puede suceder. Con todos ustedes, Antes del amanecer.

Hay tres películas que me parecen el paradigma del amor, las películas que todo creyente de los sentimientos debe haber visto al menos una vez: Breve encuentro (la descorazonadora historia filmada por David Lean en 1945), Antes del amanecer y su secuela, Antes del atardecer. Y es que hay muy pocas películas tan bien llevadas como la que nos ocupa hoy. El corazón se te sale por la boca al ver a los protagonistas simplemente caminando por la ciudad. La mejor química que jamás ha habido en una pantalla entre dos actores: Ethan Hawke y Julie Delpy.

Antes del amanecer trata la historia de Jesse, un joven estadounidense que está haciendo un road trip por Europa, y de Celine, una estudiante francesa que se dirige a Budapest. Ambos se encuentran en un tren y empiezan a hablar. Al llegar a Viena, Jesse logra convencer a Celine de que pase una noche con él, a pesar de que los dos sepan que al día siguiente deben separarse para no volver a verse. Esa noche, y aunque jamás se pronuncien al respecto, una pregunta está sobre sus cabezas –y sobre las nuestras-: ¿Qué harías si tuvieras al amor de tu vida enfrente de ti y tuvieras que irte al día siguiente? El final no lo deja claro, y cada cual tuvo sus teorías al respecto (solucionadas ampliamente en Antes del atardecer).

No os confundais: Esta no es una película en la que vais a ver drama, ni besos emocionados con música de fondo, ni un trío amoroso lleno de dolor. No. Aquí, el único drama lo pone el espectador en su cabeza: Estamos disfrutando tanto con la pareja que, inconscientemente, la sombra de la separación se cierne sobre nuestra propia cabeza: Les queda cada vez menos tiempo de estar juntos, y, aunque todos queremos que sea por toda la vida, sabemos que es imposible. No vamos a llorar, pero es una sensación de impotencia pocas veces vista antes. Deseamos que el reloj se detenga, que Jesse y Celine nunca acaben su noche, que Jesse se vaya con ella, que todo sea una noche perfecta para siempre.

Pero la luz del día llega, y Jesse y Celine están tirados en un parque, desnudos. El apogeo del amor coincide justo con el amanecer, con la despedida y el adios. Y, por muchas razones que se den para estar juntos, ninguna puede ser tan poderosa como para tenerla en cuenta. No a la luz del día y la razón. Pero ambos encuentran una solución: Seis meses después, ambos esperarán en la estación para pasar una noche más juntos. Celine asiente, Jesse asiente. ¿Estarán allí seis meses después? Los planos vacíos –y desmitificadores- que finalizan la película dan a entender que la pareja no volvió nunca a encontrarse. Antes del atardecer resolvió la incógnita y nos devolvió a la pareja de oro, menos ilusa, cuidando más sus palabras, pero igualmente enamoradora.

Resulta sorprendente el año en que se rodó Antes del amanecer: 1995. Ese año, películas como Babe, Apollo 13 o El cartero (y Pablo Neruda) compitieron por la estatuilla dorada, mientras que Antes del amanecer no obtuvo ni una mísera nominación. Por suerte, el tiempo ha puesto a cada película en su sitio y, mientras que hoy por hoy nadie se acuerda de Apollo 13, el gran público sigue descubriendo día tras día esta obra maestra atemporal. Richard Linklater, sin duda, hizo un buen trabajo (incomprensiblemente bueno, si tenemos que fiarnos de otras obras suyas como Fast food nation, A scanner darkly, Escuela de rock o Los Newton boys) descubriéndonos Viena, logrando que un paseo por la noria sea más emocionante que ningún otro paseo antes, que los secundarios de una frase tengan un peso tan importante en la trama, que nos creamos la maldita historia.

Jesse y Celine deberían estar juntos. En mi cabeza, lo estuvieron durante diez años. En mi cabeza, están casados y con dos hijos. Sé que no es así (Antes del atardecer ya se ocupó en regalarnos frases fabulosas como aquella de Jesse, diciendo que el día de su boda aun pensaba en Celine y que creyó verla entre el público), pero quiero pensar que en otro mundo, en otro universo menos perro que este, ambos disfrutan de la felicidad que el tiempo les niega. Quiero pensar que les veremos juntos en Antes del anochecer, si es que algún día se hace. Necesito ver a Jesse y Celine como esa pareja de viejos que aun se quiere. Aunque sólo sea en un cortometraje. Pero lo necesito. Y es que nunca antes el cine nos ha dado una pareja tan perfecta en todo. Y, desde luego, muy pocas veces una película tan perfecta en todo.

Antes del atardecer contaba, por cierto, el reencuentro de Jesse y Celine. No diré ni cuando, ni cómo. No quiero arruinar la sorpresa, ni decir si estuvieron allí seis meses después. Simplemente hay que deleitarse con el simple relato a tiempo real de una pareja paseando durante media hora. No hay besos. No hay abrazos. Apenas hay contacto físico. Y, sin embargo, hay más retazos de realidad en esta obra que en cualquier bodrio del Aranoa o de otro director hiper-realista. Todos somos Jesse y Celine, todos sabemos lo que es estar enamorados, y sólo unos pocos lo que es ser correspondidos. Para quienes lo sabemos, Jesse y Celine no son Ethan Hawke y Julie Delpy. Sus personajes han roto la frontera entre el espectador y la ficción. Si fuera por mi, Antes del atardecer sería considerado un documental, una muestra de cómo el amor perdura a través de los años, de cómo hay alguien ahí fuera que es para ti, y te esperará por siempre.

Antes del amanecer es la mejor película romántica de la historia, un clásico básico para hablar de buen cine y, probablemente, la última gran obra maestra rodada hasta el momento (y han pasado trece años, eh). No conozco a nadie que la califique con algo menos que un “mágica”. Sobresaliente, brutal, fabulosa, romántica pero no pastelosa. Perfecta. Antes del amanecer es lo que cualquier persona necesita para enamorarse al instante.

Mañana, un ranking de remakes.