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[PREESTRENO] Blindness: Ciegos y flashes blancos, todo en uno


Ir a un pase de prensa es algo que todo ser humano debería hacer alguna vez en su vida. En serio. La sensación de “dios mío, voy a ver una película antes que el resto de la raza humana” de los más jóvenes y nuevecitos en el asunto se mezcla con los “ahora al llegar a la redacción a ver si acabo el artículo pronto y me voy a casa a echarme la siesta” de los que llevan ya unos años y han perdido toda la ilusión. Ah, los fabulosos críticos que hace años que no han pagado por ver una película. ¿Quien no los adora? Y entre medias, lo que en toda sala: Parejita de críticos de cine (¡Acusaciones caseras de plagio! ¡Le ponen estrellitas a la comida! ¡Todo el mundo les odia por pedantes!), tipos que parece que no han salido de casa en años (se les reconoce por su piel blanquecina, porque llevan un vestuario consistente en chaqueta y zapatos a sus 25 años y porque prueban seis butacas antes de elegir la suya), los grupos de amigotes que se dedican a recordar sus mejores juergas (en este caso, las mejores fiestas de final de rodaje. Uauh, ¿te acuerdas de cuando vimos a Pilar Bardem todo pedo? Qué risas, colega) y esos que están acreditados dios sabe por qué web y que disfrutan de la película, se chulean con sus colegas y encima escriben críticas destructivas contra la película en cuestión. Dios, qué asco dan estos últimos. En otro orden de cosas, el otro día pudimos asistir a la premiere de Blindness en los cines Palafox y, la verdad, nos habríamos quedado mejor en nuestra casa, por mucho que la película no se estrene en España el 27 de febrero de 2009 (con el ridículo título A ciegas, que hace presagiar más una comedia disparatada que un drama como éste) y ver las películas antes de tiempo da un estatus que te cagas. Si no, que se lo pregunten a los que tienen eMule.

Tu visión del mundo cambiará para siempre. Ya no te gastarás siete euros en ver una bazofia nunca más.

Para quien no lo sepa –a pesar de que es el equivalente culto a El código da Vinci, el libro perfecto para leer mientras se asiente, con la mano cogiéndose el mentón y atusándose la perilla-, Blindness está basado en Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago (y no, no meteré un chiste aquí sobre la ministra que dijo que era su escritora favorita), y, por lo visto, es una adaptación correcta. Por lo visto, vaya, que los que tenemos una vida agitada no tenemos tiempo para leer. Ejem. Blindness trata sobre un mundo en el que todos se quedan con una extraña ceguera blanca. En un principio, los afectados son metidos en barracones de concentración.. Y en uno de ellos, hay una señora que puede ver. Y ya está.

Entre medias, el caos de una sociedad (mal) organizada nos ofrecerá miles de metáforas obvias (¡El ser humano es malo! ¡Malo! ¡Maaaaalo! ¡Y a poco que le dejen violan mujeres! ¡Bu!) y de malas actuaciones que desembocan en un final alargado e insípido. Vamos, que después de dos horas de película supuestamente importantísima para el desarrollo del ser humano descubrimos que se nos olvida tan pronto como el último número de la SuperPop. Y que, en el fondo, sus metáforas son tan asquerosamente descaradas como las de las peores secuelas Disney. Si tan sólo fuera esto, la cosa no estaría tan mal. El problema es que el filme tiene un gravísimo problema narrativo (justo lo que le sobraba a Meirelles en Ciudad de Dios y El jardinero fiel, sus anteriores y brutales películas).

El doctor quiere a su mujer pero están continuamente amargados y follándose a otros. Hala, dispérsense, ya se saben el 90% de la película.

Para que os hagáis una idea, la película comienza con un tipo que se queda ciego en medio de un paso de cebra. A partir de entonces, cada dos minutos la pantalla se volverá completamente blanca para recordarnos, por si no nos había quedado claro, que la gente está ciega. Por si no fuera suficiente conque el filme se desarrolle en un albergue para ciegos donde todo el mundo está ciego y hablan de ceguera una y otra vez, la película se enblanquece y todos decimos “Ah, coño. Que estaban ciegos. Fíjate tú qué cosas, que se me había olvidado”. Así, mientras todos miramos al suelo del cine intentando que nuestros ojos no se quemen por culpa de un efecto que podrían haberse metido por el mismísmo orto, la película sigue por vericuetos que nos interesan tanto como ver a Julianne Moore comandando a un grupo de ciegos, caminando por un pasillo mientras tocan las paredes durante diez minutos. Tanto o más, vaya. Por si esto fuera poco, Meirelles ha decidido meter un par de veces en medio del filme y sin motivo aparente una voz en off que narra los sentimientos de la protagonista, pero que no aparece al principio, sino en la parte media, en una escena aleatoria cualquiera (“Y ella entonces se dio cuenta de que se sentía sola”), y en la escena final, donde a todos nos pilla de imprevisto pero, oh sorpresa, nos explica la metáfora obvia (“Y, en ese momento, se dio cuenta de que ella era la única ciega”. Ciega por dentro. No por fuera. Que todo hay que decirlo, oigan).

Sobre las actuaciones, poco que decir. Julianne Moore hace uno de sus papeles más repelentes y hostiables (y hablamos de la Clarice Starling de Hannibal), Gael García Bernal se porta sin más (hace de hispano rebelde y canalla, lo cual es muy raro en él y sin duda le da un nuevo aire como actor. Ahora todos le vemos de manera diferente), Mark Ruffalo tiene la misma intensidad dramática que un radiador en verano (y los mismos gestos de disgusto y dolor que Steven Seagal en sus peores films), Danny Glover confirma que ha vivido tiempos mejores (tiempos que se llaman Arma letal y que le piden, por piedad, que no vuelvan a su quinta entrega) y Sandra Oh aparece en dos escenas haciendo el ridículo para que todos digamos “¡Eh, mira, la doctora Yang ahora es ministra de no-sé-qué!”. Vamos, que en vez de actores ponen muñequitos tambaleándose y con la voz de Loquendo y habríamos salido ganando.

Putos ciegos hijos de puta lololololol (lease con voz de Loquendo)

Meirelles, el director superprometedor que-te-cagas de, entre otras, Ciudad de Dios, realiza una labor más bien anecdótica detrás de las cámaras. O sea, yo también podría poner flashes blancos cada media centésima de segundo, mover la cámara mucho (y a poder ser colocarla en diagonal), meter de tanto en cuando una iluminación oscurísima (para contrarrestar los flashes blancos, supongo) y no explicar, sin motivo alguno, ni el por qué hay una televisión en una sala llena de ciegos (¡?) ni por qué se queda ciego todo el mundo (¡Ah! ¡Que es una metáfora de esas! Fíjate tú), ni el inexplicable final (¿La sociedad, de pronto, ya ha expiado sus pecados y por tanto puede volver a empezar de cero? ¿Ninguna de las violadas siente problemas tras su orgía forzada? ¿A nadie le importa que semejante destrozo haya sido realizado con dinero público?).

Así que ya sabéis. En general es imposible recomendarla, pero ya puestos… recomendable para ver solos, sin amigos ni nada parecido, y a poder ser justo antes de dormir. La película ayudará a cerrar los ojos y amodorrarse cosa mala. Pero eh, yo no os he dicho nada, que la película no se estrena hasta febrero.

Estrellitas: **
Lo mejor:
A ratos las metáforas no te pegan en la cara y hasta te dejan rascar un poco en la superficie…
Lo peor: …Pero enseguida llega Gael García Bernal y viola unas cuantas chicas a cambio de comida y el puñetazo vuelve a darnos en todos los morros.

El lunes, Antes del amanecer. Y el miércoles, nos cortamos las venas con los carteles de Crepúsculo.